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Con las elecciones de 2024 en Estados Unidos finalmente concluidas y Donald Trump liderando el recuento de votos por un amplio margen, surge una nueva pregunta: ¿qué sucederá ahora?
Más allá de los temas sensibles que ocuparán la agenda, la industria de los smartphones también podría experimentar algunos cambios importantes debido a las posibles políticas de Trump.
Nuevos aranceles para bienes importados
Trump ha mencionado en varias ocasiones su intención de imponer aranceles elevados a los bienes importados, una medida que ya aplicó durante su primer mandato. Sin embargo, esta vez parece que busca intensificar aún más esta estrategia.
De acuerdo con diversos informes, su objetivo es imponer un arancel del 20% a todas las importaciones y hasta un 60% a productos procedentes de China. Según él, estos aranceles incentivarán a las empresas estadounidenses a trasladar sus fábricas de vuelta al país.
Si bien suena a una estrategia de incentivo, en la práctica esto podría traducirse en un aumento de precios para los consumidores, ya que los costes adicionales serían transferidos al precio final de los productos.
¿Cómo afecta esto al consumidor?
Para los grandes fabricantes estadounidenses de smartphones, como Apple y Google, estos aranceles podrían tener un impacto significativo.
Apple, por ejemplo, depende en gran medida de la mano de obra china, aunque recientemente ha trasladado parte de su producción a India y Vietnam. Un arancel tan elevado afectaría su estructura de costes de manera considerable, aunque existe la posibilidad de que obtenga una exención, tal como ocurrió durante el primer mandato de Trump. Hace poco, Tim Cook, CEO de Apple, mantuvo una conversación con Trump sobre las dificultades de hacer negocios en la Unión Europea, lo que podría derivar en un acuerdo entre ambos.
Por otro lado, Google también depende de la fabricación en China para su línea de teléfonos Pixel, pero es menos probable que reciba un trato especial por parte del presidente.
Este incremento en los costes podría llevar a que las empresas transfieran este gasto adicional a los consumidores. Si bien algunas compañías podrían considerar mover su producción a Estados Unidos, esto no ocurriría de inmediato, ya que implica cambios complejos que llevarían años. Durante este tiempo de transición, es probable que los consumidores asuman la diferencia de precios.
Los aranceles no solo impactarían a los consumidores en EE.UU., sino que también podrían perjudicar a las empresas estadounidenses en mercados internacionales. Una medida de este tipo podría desencadenar una «guerra comercial», donde otros países respondan con aranceles propios sobre los productos estadounidenses.
Esto reduciría la demanda de productos de EE.UU. en esos países y dificultaría su posicionamiento en mercados con menor poder adquisitivo.
Si estos aranceles se implementaran, podrían hacer que los smartphones estadounidenses sean más caros en muchos otros países, empujando a los consumidores hacia opciones más económicas de fabricantes chinos. Además, una guerra comercial de esta magnitud podría interrumpir las cadenas de suministro globales, lo que resultaría en cuellos de botella, escasez de componentes y más costes que terminarían afectando al consumidor final.