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Lo que debía ser un evento festivo por el 50º aniversario de Microsoft se convirtió, por unos minutos, en una escena cargada de tensión.
Durante el discurso del CEO de Microsoft AI, Mustafa Suleyman, una empleada interrumpió la presentación con duras acusaciones: “Tienen sangre en las manos”, gritó frente a una audiencia perpleja. Su nombre es Ibtihal Aboussad, ingeniera de software en la división de inteligencia artificial de la compañía.
Después de ser escoltada fuera del evento, Aboussad envió un correo masivo a varias listas internas de la empresa, alcanzando a cientos —posiblemente miles— de compañeros. En ese mensaje, explicó detalladamente sus razones para haber tomado una postura tan contundente y pública.
Aboussad trabaja en Microsoft desde hace tres años y medio. En su carta, confesó que al descubrir que la tecnología que desarrollaba era utilizada por el ejército israelí, se sintió moralmente obligada a actuar. Según relata, intentó alertar internamente sobre esta situación, pero las reacciones no fueron positivas: intimidación, despidos y silenciamiento de comunidades musulmanas y palestinas dentro de la empresa.
La ingeniera denunció que, desde hace año y medio, ha sido testigo del sufrimiento del pueblo palestino, sometido —según ella— a bombardeos masivos, ataques a hospitales y escuelas, y otras violaciones de derechos humanos ampliamente documentadas por organismos internacionales como la ONU, el TPI y la CIJ.
Citando cifras alarmantes, habló de más de 300.000 palestinos muertos en Gaza en ese periodo, y acusó al ejército israelí de cometer ejecuciones sumarias, como el asesinato reciente de 15 paramédicos. Todo esto, afirma, se facilita gracias al uso de herramientas de inteligencia artificial desarrolladas por Microsoft.
La denuncia se vuelve más concreta al mencionar contratos millonarios con el Ministerio de Defensa de Israel. Según Associated Press, existe un acuerdo por 133 millones de dólares entre Microsoft y dicho ministerio.
También se destaca que, tras el 7 de octubre de 2024, el uso de inteligencia artificial de Microsoft por parte del ejército israelí se disparó 200 veces. Además, el volumen de datos almacenados en los servidores de Azure se duplicó, alcanzando los 13,6 petabytes.
Estos sistemas se emplean para transcribir y traducir comunicaciones interceptadas, que luego se utilizan para alimentar los algoritmos de selección de objetivos militares, incluyendo el “banco de blancos” y el registro poblacional palestino.
Aboussad expresó su decepción al darse cuenta de que su trabajo, originalmente orientado a mejorar la accesibilidad y conectar a las personas, había sido desviado para fines militares. Afirmó no haber sido informada sobre el uso final de su código y que, de haberlo sabido, jamás habría aceptado ese puesto.
Más allá del aspecto técnico, la empleada señaló que Microsoft mantiene una estrecha relación con el gobierno israelí, que se ha traducido en múltiples contratos y declaraciones públicas de apoyo por parte del primer ministro Netanyahu.
El grado de implicación es tal que Microsoft ha sido recientemente designada como uno de los principales objetivos de boicot por la campaña BDS (Boicot, Desinversiones y Sanciones).
Ibtihal cerró su mensaje con un llamado directo a sus colegas: romper el silencio. Instó a los trabajadores de Microsoft a firmar una petición llamada No Azure for Apartheid y a alzar la voz contra el uso de inteligencia artificial para fines bélicos. Para ella, permanecer indiferente también es una forma de complicidad.
Recordó que la política de derechos humanos de la empresa prohíbe las represalias contra quienes denuncien violaciones éticas, y citó precedentes en los que Microsoft decidió cortar lazos con empresas o gobiernos tras protestas internas, como ocurrió con el caso de AnyVision.