La primera conexión 5G directa de un móvil a un satélite ha sido completada con éxito
La Agencia Espacial Europea (ESA), junto con varios socios europeos, ha demostrado que construir una red telefónica basada en satélites no solo es técnicamente viable, sino también relativamente económica.
Ahora, se ha logrado un avance significativo al realizar una conexión de prueba con un satélite equipado con tecnología 5G estándar, que se mantuvo estable durante todo el tiempo que el satélite estuvo visible desde el punto de recepción. Este logro es notable por dos razones principales.
El satélite LEO 3, diseñado exclusivamente para fines de investigación, orbita a poco menos de 1.000 km de la superficie terrestre. Sin embargo, debido al ángulo oblicuo que toma al desplazarse, la distancia puede superar los 2.000 km, lo que representa un reto considerable para la tecnología de antenas.
El segundo desafío radica en la velocidad a la que el satélite debe desplazarse para mantenerse en órbita: alrededor de 28.000 km/h. Esto hace que mantener una conexión 5G estable a lo largo de todo el segmento visible de su órbita sea un logro técnico importante.
Hasta ahora, las pruebas de este tipo se habían limitado a satélites geoestacionarios, cuya posición fija sobre la superficie terrestre facilita el enlace. Sin embargo, este tipo de satélites, ubicados a 36.000 km de altitud, presenta un obstáculo clave: la alta latencia, que dificulta las aplicaciones en tiempo real. Cuando se suma el ángulo, las distancias pueden superar los 50.000 km, lo que genera un retraso de casi un tercio de segundo incluso para la luz. Este tiempo es inaceptable para muchas aplicaciones modernas.
Gracias al éxito de esta prueba inicial, las aplicaciones en tiempo real con tecnología 5G basada en satélites están ahora más cerca de convertirse en una realidad. La conexión se logró utilizando un rango de frecuencias convencional y tecnología existente, cumpliendo con las especificaciones del comité de estandarización 3GPP, según informó la ESA.
Este avance allana el camino hacia comunicaciones móviles que no requieren infraestructura terrestre adicional, lo que supone una innovación crucial para regiones de difícil acceso, zonas de crisis y canales de comunicación que necesitan alta seguridad. La ESA ya ha anunciado que en 2025 se llevarán a cabo pruebas prácticas a gran escala para explorar el potencial de esta tecnología.