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El 2024 prometía ser un año lleno de innovación tecnológica, especialmente en el ámbito de los dispositivos impulsados por inteligencia artificial.
Sin embargo, dos productos que generaron gran expectativa terminaron destacando por las razones equivocadas: el Rabbit R1 y el Humane Ai Pin. Aunque ambos dispositivos intentaron redefinir cómo interactuamos con la tecnología, no lograron cumplir con las altas expectativas que generaron en su lanzamiento.
Rabbit R1: El compañero de bolsillo que no fue
Presentado en el CES 2024, el Rabbit R1 fue recibido con entusiasmo como un innovador asistente de inteligencia artificial. Este dispositivo compacto prometía revolucionar la forma en que gestionamos tareas cotidianas, como pedir transporte o responder preguntas complejas. Inicialmente, Rabbit anunció que había vendido 100.000 unidades en sus primeros meses, lo que parecía augurar un éxito rotundo.
Sin embargo, la experiencia práctica con el R1 pronto reveló sus fallos. Aunque su diseño retro y colorido resultó atractivo, las funcionalidades dejaron mucho que desear. Muchas de las integraciones anunciadas, como las aplicaciones de terceros (Uber, DoorDash, entre otras), simplemente no funcionaron de manera fiable y fueron retiradas.
Tampoco ayudó el hecho de que se descubriera que Rabbit R1 era, en esencia, una app Android que podía ser instalada en cualquier teléfono para hacer lo mismo.
Las actualizaciones de software tampoco lograron salvar al dispositivo. Aunque se introdujeron características como el «Teach Mode» para automatizar acciones en línea, el proceso resultaba demasiado tedioso y manual, contradiciendo la esencia de la inteligencia artificial.
Además, la capacidad conversacional del R1 no alcanzó los estándares establecidos por competidores como ChatGPT o Siri con integración de IA.
Humane Ai Pin: Grandes promesas, poca funcionalidad
Por otro lado, el Humane Ai Pin llegó al mercado como un dispositivo portátil diseñado para llevarse en la solapa. Este pin prometía proyectar una interfaz interactiva mediante un láser y realizar traducciones en tiempo real utilizando una versión sintética de la voz del usuario. Aunque el concepto era intrigante, su ejecución dejó mucho que desear.
El dispositivo presentó numerosos problemas técnicos desde su lanzamiento, incluyendo sobrecalentamiento, dificultades para actualizar el software y una interfaz láser poco práctica que requería movimientos precisos de la mano. A pesar de las continuas actualizaciones, la experiencia de uso seguía siendo frustrante.
Una de las funciones más llamativas, llamada «Personal Voice», permitía al dispositivo replicar la voz del usuario para traducciones. Aunque técnicamente impresionante, esta función generó preocupaciones sobre privacidad, ya que los usuarios debían consentir el almacenamiento de datos biométricos durante años.
Al final, la compañía se enfrentó a una ola de devoluciones masivas, que en un momento dado superaban a las ventas, es decir, más gente estaba devolviendo el dispositivo frente a las que lo estaban comprando.
Al final, el Ai Pin tampoco logró diferenciarse de otras opciones más accesibles y funcionales, como los asistentes virtuales en smartphones.
Un año de lecciones para la industria tecnológica
El fracaso del Rabbit R1 y del Humane Ai Pin pone en evidencia los desafíos de lanzar dispositivos innovadores al mercado. Aunque ambos productos generaron interés inicial, su falta de funcionalidad real y la dependencia de actualizaciones para resolver problemas básicos los convirtieron en decepciones.
Estos casos subrayan la importancia de ofrecer tecnología que no solo sea novedosa, sino también práctica, intuitiva y fiable desde el principio. Hasta entonces, estos dispositivos probablemente están de vuelta en sus cajas, a la espera de actualizaciones que quizás nunca lleguen a cumplir las expectativas de sus usuarios.