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Cuando piensas en los casetes, quizás lo único que te venga a la cabeza es que era una forma de consumir música.
Sin embargo, cualquiera que tenga una edad, recordará que los casetes fueron una alternativa de almacenamiento crucial a los disquetes en los primeros tiempos de la informática.
¿Cuál era el principio de funcionamiento?
Utilizar una cinta de casete, típicamente asociada a la música, para almacenar datos informáticos puede parecer extraño, pero el principio era extraordinariamente sencillo.
Los datos de estos casetes se almacenaban como señales de audio analógicas. El ordenador convertía la información digital en tonos de audio, que sonaban como chirridos para el oído humano. Estos tonos podían grabarse en una cinta de casete estándar. En esencia, es lo mismo que hacían los módems a través de nuestras líneas telefónicas.
Para cargar datos, el proceso se invertía. El ordenador leía los tonos de audio de la cinta y los interpretaba como datos binarios. Este código binario cargaba programas, juegos u otros contenidos.
¿Por qué se utilizaron casetes para este fin?
La mayoría de los primeros ordenadores que utilizaban cintas de casete para el almacenamiento estaban diseñados para ser compatibles con reproductores de casete estándar.
Tanto si se trataba de un modelo de gama alta como de uno más básico, lo más probable es que pudiera conectarse a un ordenador como el ZX Spectrum o el Apple II. Esta compatibilidad no se limitaba a los accesorios especialmente diseñados para ordenadores; los reproductores de casetes de audio normales y corrientes solían servir. Siempre que tuvieran la fidelidad necesaria y la toma de salida de línea.
Hay algunas excepciones, como la Datasette del Commodore 64, que no era una pletina estándar y, por lo tanto, había que utilizar una Datasette o un clon de Datasette.
Una solución para llevar en el bolsillo
En los años 70 y 80, la informática era un pasatiempo caro. Las opciones de almacenamiento disponibles, como las unidades de disquete, eran muy caras. Tenían un tamaño descomunal en comparación con los dispositivos compactos actuales. Entonces apareció la humilde cinta de casete, un medio asequible y ampliamente accesible.
Las cintas de casete permitían almacenar datos sin arruinarse. Cualquiera que tuviera un reproductor de música probablemente tendría una colección de cintas de casete, por lo que la infraestructura ya estaba creada. Esto lo convertía en una opción atractiva tanto para los entusiastas de la informática como para los fabricantes.
Los inconvenientes: Velocidad y fiabilidad
Por supuesto, las cintas de casete tenían sus defectos. Cargar datos desde una cinta era un proceso angustiosamente lento. Un programa podía tardar varios minutos en cargarse, y no se podía avanzar o rebobinar como con los archivos digitales modernos.
Además, la fiabilidad de las cintas de casete dejaba mucho que desear. La cinta magnética podía degradarse con el tiempo, provocando la pérdida de datos. Un ligero desajuste en el reproductor de cintas también podía suponer un desastre para tu preciado código.
Las cintas de casete y el auge de la piratería
Cuando las cintas de casete se convirtieron en un medio habitual para almacenar datos informáticos, abrieron inadvertidamente una nueva frontera que se convertiría en un tema recurrente en la era digital: la piratería.
Las mismas características que hicieron de las cintas de casete una opción atractiva para el almacenamiento de datos – su asequibilidad, accesibilidad y compatibilidad con reproductores estándar – también las convirtieron en una vía fácil para la copia no autorizada.
En los años 80, algunas emisoras de radio europeas experimentaron con programas informáticos de radiodifusión. Se sintonizaba en el momento adecuado, se pulsaba el botón de grabación y se «descargaba» el software a través de las ondas a la cinta de casete, igual que si se grabara una canción de los 40 principales para hacer una cinta de música. Sin embargo, estos casos eran escasos. La mayoría del software de las cintas de casete se copiaba de cinta a cinta.
A diferencia de los disquetes, más caros y patentados, las cintas de casete estaban por todas partes y cualquiera con una grabadora básica podía duplicarlas. Copiar un juego o un programa de una cinta a otra era tan sencillo como reproducir una canción. Esta facilidad de duplicación dio lugar a un floreciente mercado de software pirateado
Los fabricantes y desarrolladores empezaron a implantar diversas formas de protección anticopia para combatir esta tendencia, pero la batalla era cuesta arriba. La tecnología para eludir estas protecciones lo convirtió en un juego del gato y el ratón que continúa en diversas formas hasta nuestros días.