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¿Sabías que entrenar un solo modelo de inteligencia artificial como GPT-3 consume tanta agua como la necesaria para llenar cientos de piscinas olímpicas? En concreto, se estima que fueron necesarios 700.000 litros de agua. Y esto es solo la punta del iceberg.
La inteligencia artificial, esa tecnología que nos parece tan futurista y mágica, tiene un apetito insaciable por un recurso vital: el agua.
¿Cómo es posible?
La respuesta está en los enormes centros de datos que alimentan a estos modelos. Para procesar la inmensa cantidad de información necesaria para aprender y generar respuestas, estos centros requieren una potencia de cálculo descomunal.
Y esta potencia, a su vez, genera una cantidad enorme de calor. Para enfriar los servidores y evitar sobrecalentamientos, se necesitan sistemas de refrigeración que consumen grandes cantidades de agua.
Investigadores de la Universidad de Colorado Riverside y la Universidad de Texas Arlington en Estados Unidos estiman que durante una conversación de entre 20 y 50 preguntas con un chatbot como ChatGPT, el sistema podría «beber» el equivalente a una botella de agua. Aunque parece una cantidad pequeña, el consumo acumulado, considerando la base global de usuarios de la IA, resulta ser bastante significativo.
Un problema global
El consumo de agua de la IA no es un problema aislado. Según estimaciones, la demanda global de IA podría consumir más agua que la que utilizan actualmente países enteros. Esto plantea un serio desafío en un mundo donde el agua escasea cada vez más debido al cambio climático y al crecimiento de la población.
La huella hídrica de la IA va más allá del simple consumo de agua para enfriar los servidores. También incluye el agua necesaria para fabricar los componentes electrónicos, generar la electricidad que alimenta los centros de datos y, en algunos casos, incluso para cultivar los alimentos de los trabajadores que desarrollan estas tecnologías.
¿Qué podemos hacer?
La buena noticia es que existen soluciones. La comunidad científica y tecnológica está trabajando en diversas iniciativas para reducir la huella hídrica de la IA:
- Algoritmos más eficientes: Desarrollar modelos de IA que requieran menos cálculos y, por tanto, menos energía.
- Energías renovables: Utilizar fuentes de energía limpia como la solar y la eólica para alimentar los centros de datos.
- Sistemas de enfriamiento innovadores: Investigar nuevas tecnologías de refrigeración que consuman menos agua.
- Reutilización del agua: Implementar sistemas para reciclar y reutilizar el agua utilizada en los procesos de enfriamiento.
La inteligencia artificial tiene el potencial de resolver muchos de los desafíos que enfrenta la humanidad, pero es fundamental que lo hagamos de manera sostenible. Reducir la huella hídrica de la IA es un paso esencial para garantizar un futuro donde la tecnología y la naturaleza puedan coexistir en armonía.